Micromuseo - Bitácora

domingo, 3 de octubre de 2010

MELANCOLÍAS SOBRE WALTER BENJAMIN (A LOS SETENTA AÑOS DE SU DESAPARICIÓN)



Heidegger & Benjamin.

Video colgado en YouTube por Enrico Cocuccioni el 8 de noviembre de 2008.


El pasado 27 o 28 de setiembre (hasta la fecha es incierta) se cumplieron setenta años de la desaparición de Walter Benjamin. Sobredosis nocturna de morfina en un hotel de Port Bou, entre Francia y España, donde la policía franquista había interrumpido su escape desesperado del avance de las tropas nazis. Al día siguiente, sin embargo, los también retenidos compañeros con que había emprendido esa fuga lograron el tránsito que los llevaría al Atlántico y a la libertad.

Una historia demasiado sintomática. En casi todas sus vidas –personal, profesional, social, política– Benjamin fue casi siempre un perdedor y un incomprendido. También un solitario. Un alma ensimismada y cósmica al mismo tiempo, "bajo el signo de Saturno", en las palabras que dan título al memorable ensayo de Susan Sontag sobre "el último intelectual".

La constelación de Benjamin, en efecto, fue la de la melancolía, y a ella él le dedicaría reflexiones conmovedoras. La melancolía, acaso la teología: recuérdense las complejidades de su "Fragmento teológico-político".

"Todo hombre culto es un teólogo, y para serlo no es indispensable la fe", escribía Jorge Luis Borges. Pero el caso de Benjamin es más denso pues en él la duda metódica y el mesianismo coexistían. Arduamente.

En parte por la extremidad de sus tiempos. Tal vez también la de los nuestros: es impresionante la voracidad con que desde la década de 1970 el mundo académico internacional descendió sobre las ruinas de Walter Benjamin. Aunque al respecto nuestro reloj local exhibiría las morosidades consabidas.

Hasta no hace mucho, en el Perú argumentar desde Benjamin era una excentricidad. Una erudición considerada por muchos risible todavía a finales de los ochenta, que es cuando generacionalmente me tocó incursionar en su pensamiento. Sin embargo ya en 1981 Mirko Lauer había publicado en Hueso Húmero su ensayo pionero sobre el retablo andino bajo la advocación de ese nombre entonces esotérico entre nosotros ("In memoriam Walter Benjamin: representación y soporte material", HH 9, abril-junio 1981, pp. 45-55). Era el primer anuncio de Crítica de la artesanía, un crucial libro suyo editado por DESCO apenas un año después.



Fernando Bryce. De la serie Walter Benjamin. 2002. Tinta sobre papel.

También en eso el nuestro es ahora un país transformado. Hoy el nombre de Benjamin está integrado al discurso cultural. Incluso a sus imágenes, con resultado a veces felices. Ya en esta década Rodrigo Quijano curó una pertinente muestra en relación al tema. Entre otras piezas, se exhibió allí la precisa serie de Fernando Bryce sobre la semblanza física y documental del filósofo. Una secuencia gráfica cuyo punctum señalado es el registro burocrático del paso terminal de Benjamin por el pueblo de Port Bou.

Un término y un comienzo. También para las teorías paranoicas de la historia, otra vez en boga. Todo en torno a la muerte de Benjamin parece indicar un suicidio, incluyendo la nota última dejada por él mismo. Pero, por supuesto, no han faltado versiones de un asesinato clandestino, cometido por agentes del fascismo o del comunismo. Dos fórmulas finalmente intercambiables, como la historia con pena ha demostrado.

Una disgresión pertinente, dada la politización ingenua, maniquea, que parece rondar tras algún mandato cultural. No me refiero, claro, al compromiso auténtico y vivencial de amplias franjas del pensamiento crítico. La alusión es a lo elemental y falaz en el discurso de cierta vulgata neomarxista ignorante de esa máxima de Marx que excepcionalmente mantiene su vigencia plena: el criterio último de toda teoría es la práctica. La praxis. Y pocas cosas en la historia moderna han fracasado más absolutamente que el comunismo. A un inmenso, trágico costo. Incontables miserias, ecónomicas y humanas. Centenares de millones de vidas tiranizadas. Dictaduras vitalicias y hasta hereditarias.

Que no terminan: en Corea del Norte acaba de anunciarse la probable designación de Kim Jong Un para la sucesión de su padre, Kim Jong-il, obligatoriamente referido como "Querido Líder", "Líder Supremo" y "Gran Dirigente". Éste a su vez sucedió al "Gran Líder" y "Presidente Eterno de la República", Kim Il Sung, su propio padre. Una megalomanía dinástica hoy abocada a la proliferación nuclear.

A esas indignidades hemos llegado, en nombre de la igualdad y la justicia.

Algo de todo ello pudo atisbar Benjamin en el albor articulado del estalinismo soviético y el nazismo alemán. Una competencia de horrores de la que él también fue víctima, a su peculiar manera.

La agudeza de esa mirada suele opacarse tras su fetichización mediática. Pero agotadas tales rutilancias –incluso comerciales– quizá podamos volver a la irradiación profunda del aura contenida en la inteligencia barroca de Benjamin. La densidad contradictoria de sus imágenes dialécticas, de su imaginario materialista y místico-libidinal al mismo tiempo. Complejidades de urgencia radical en tiempos confrontados por la condición liminar de la (in)condición humana. Y por nuestra inevitable tecnomutación incierta.

Tal vez una de las maneras más provocadoras de asumir ese reto sea desde el video mínimo que ubico al inicio de esta entrada. Sólo ocho segundos para la transfiguración continua del rostro de Martin Heidegger en el rostro de Walter Benjamin. Y viceversa. Un efecto tecnológico colgado en YouTube por el italiano Enrico Cocuccioni, posiblemente sin mayor conciencia de la significancia de su gesto. Su trascendencia oculta: apenas dieciochomil trescientas quince (18,315) visitas desde noviembre de 2008.

Algo esencial, sin embargo, se mueve en esa fusión recíproca de contrarios. Atención a la gestación casi simultánea de las reflexiones estéticas capitales de Heidegger y de Benjamin: El origen de la obra de arte (1935-1936), y La obra de arte en la era de su reprocción mecánica (1936), respectivamente. Sincronías que acentúan las inquietudes compartidas tanto como las diferencias. flagrantes. El existencialista nazi, el judío mesiánico, friccionados y homologados por la relación profética de ambos con la fuga de los dioses, con el ahuecamiento de la tierra, con el oscurecimiento del mundo. Con la trituración del aura.

Tristes tiempos tristes.


Fernando Bryce. De la serie Walter Benjamin. 2002.
Tinta sobre papel.

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3 Comentarios:

A la/s 26 de abril de 2015, 11:35 p.m., Anonymous Anónimo dijo...

Vengo de leer (entre leer) El libro de los pasajes, y el encuentro con este gran texto tuyo, Gustavo, ha sido un bello regalo.

 
A la/s 3 de mayo de 2015, 10:16 p.m., Blogger Gustavo Buntinx dijo...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

 
A la/s 3 de mayo de 2015, 10:17 p.m., Blogger Gustavo Buntinx dijo...

Gracias por el comentario. El tono y el sentido de este texto se reencuentran ––amplificados–– en otro mayor: "Memento mori. Quince tesis reaccionarias (al ocaso de la condición humana)", publicado en el número 9 de la revista "Errata#", editado en diciembre de 2012 (aunque impreso dos años después). Allí forma parte del dossier sobre éticas y estéticas organizado por Gabriel Peluffo, con contribuciones adicionales de él mismo y de Ticio Escobar.

 

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