EL ESCUDO DE GONZALO GARCÍA CALLEGARI (PIEZA DEL MES - ENERO 2013)
Reactivo esta bitácora iniciando en ella la reedición
de las "piezas del mes" que Micromuseo publica en su web.
Para mayor orden y concierto,
empiezo con la obra asociada a enero,
y por lo tanto la primera de este año 2013.
de las "piezas del mes" que Micromuseo publica en su web.
Para mayor orden y concierto,
empiezo con la obra asociada a enero,
y por lo tanto la primera de este año 2013.
Gonzalo García Callegari
Sin título
(de la serie Peruanismos)
(de la serie Peruanismos)
2012
Impresión offset sobre plancha de metal
(Tiraje: 350)
50 x 50 cm
Impresión offset sobre plancha de metal
(Tiraje: 350)
50 x 50 cm
MICROMUSEO ("al fondo hay sitio")
Donación: STUDIOa, 2012
(En reconocimiento por la redacción del texto
que acompaña a la obra)
Donación: STUDIOa, 2012
(En reconocimiento por la redacción del texto
que acompaña a la obra)
MARCA PERÚ
La revolución
capitalista de los últimos años impone al Perú las transformaciones
estructurales más importantes de su vida republicana. Una acumulación
impresionante de cambios cuantitativos que dan ya el salto dialéctico
hacia la modificación cualitativa del ser social y de la conciencia. Del
ethos nacional mismo.
Síntoma festivo de
todo ello es la recuperación vital, popular, de nombres y emblemas
patrios antes fatigados por el ceremonial burocrático. Transiciones que
amagan incluso a las subculturas contestatarias del arte, donde antaño
la representación heráldica era somatizada desde la irrisión o el
(melo)drama. O incluso desde las frotaciones pasionales ofrecidas por el inquietante video de Moico Yaker que hace poco más de un año fuera también nuestra pieza del mes.
A esos trances
pareciera aludir el escudo ambivalente de Gonzalo García Callegari. No
una iconización estática –de cualquier signo– sino el señalamiento de su
condición mutable.
Un escudo liminar:
al despliegue luminoso de los símbolos en su esplendor (hasta los
laureles fructifican) el artífice opone, en toda la mitad siniestra, la
ruina alegórica de esos mismos elementos. Oros carcomidos, vicuñas
esqueléticas, palmas marchitas. Y una corona cívica cuyo flanco se
deshace en encinas descompuestas, excrementicias casi.
Las promesas
eclipsadas de la vida peruana. Ese país de abandonos y despojos que
habita aún nuestras memorias. Y en demasiados casos todavía nuestras
vivencias. ¿Residuales?
El pasado que ansío
dejar, explica Callegari. Y al costado, el presente que se inicia, el
futuro al que se aspira. Un devenir tan esperanzado y fáctico como sin
embargo incierto. El programa iconográfico de esta obra impone la
lectura lineal –izquierda, derecha– de una secuencia progresiva,
progresista. Pero en el inconsciente de la imagen asoma el fantasma de
lo otro que asedia a nuestra prosperidad reciente: la reversibilidad de la historia.
Esta celebración icónica es también un memento mori.
Gustavo Buntinx
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