MARIANA BOTEY ESCRIBE PARA "STELLAR", DE GIANCARLO SCAGLIA, NUEVA RUTA DE MICROMUSEO EN LA SALA LUIS MIRÓ QUESADA GARLAND
con imprimaciones de los muros acribillados de El Frontón
y fragmentos de la cárcel bombardeada.
Bajo el subtítulo de Stellar continúa
en la Sala Luis Miró Quesada Garland
la exposición de Giancarlo Scaglia,
presentada como la más reciente ruta de Micromuseo.
Su título principal remite a la categoría Poéticas del resto,
concebida por Gustavo Buntinx
––el curador de la muestra––
para nombrar una sensibilidad artística
recurrente en nuestra producción contemporánea.
En su argumentación más extensa,
ese término abarca también
obras recientes de Gladys Alvarado Jourde
y Maya Watanabe, entre otr@s.
Hace unos días publicamos el texto curatorial.
Ahora hacemos lo propio con el impresionante escrito
aportado para esta experiencia por Mariana Botey,
teórica mexicana y singularísima
de nuestras artes excéntricas,
basada ahora en la Universidad de California en San Diego.
LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE
LOS ASTROS
Stellar de Giancarlo Scaglia
Mariana Botey
Todas estas tierras se
abisman, una tras otra,
en las llamas renovadoras,
para renacer y recaer una y
otra vez,
una clepsidra que se vuelca
monótona,
dándose vuelta sobre si
misma
y vaciándose eternamente.
y vaciándose eternamente.
Es lo nuevo siempre viejo y
lo viejo siempre nuevo.
Louis-Auguste Blanqui
La eternidad a través de
los astros
Stellar de Giacarlo Scaglia nos consigna al resplandor de vislumbrar—abismados—
la revolución como una suerte de destierro
sideral. En las calcas negativas, estriadas por las balas-estrellas, imperturbables
en su melancolía, hay el retorno fantasmal de una revolución equivoca y trágica.
Contemplamos estupefactos los índices de la aparición ingrávida de un pathos
que arresta el fulgor terrible de una insurrección suspendida; desdoblada en
inscripciones y copias que se suceden y suspenden en el tiempo —una y otra vez,
trazadas en piedras, muros, ruinas,
balas, papel, la plata del cielo, el plomo del mar y la trama de las estrellas.
Louis-Auguste Blanqui, la figura heroica de la Comuna,
temido y admirado por Marx, quien lo nombra “la cabeza y el corazón del partido
proletario en Francia,” ese Otro (sosía)
en el que se ilumina y desdobla Baudelaire —quien admiraba a Robespierre y creía
ver en Blanqui su regreso “ardiente y puro”: la calca, la vuelta del fantasma
al centro de la conspiración colmada de furia y terror de las barricadas. Condenado
por sus insurrecciones contra la monarquía, temido por su violentos ataques
contra el clero, contra la burguesía, contra el orden social, denodado
organizador de sociedades secretas; ácrata y espiritista al mismo tiempo,
Blanqui fue encarcelado más de veinte veces y tres veces condenado a muerte.
Durante la Comuna de Paris y desde el calabozo más terrible del Fuerte de
Taureau, Blanqui escribe La eternidad a
través de los astros, un libro excéntrico a su divisa política. Escrito al
margen de la historia —de hecho, escrito para negar radicalmente la historia— el
breve tractatus sideral nos propone
una teoría general del universo, un discurso de fuga estelar donde los astros
son alegoría de la eternidad, la fractura poética de la fatalidad de la
historia —una doble veladura, que a la vez oculta y revela, bajo el signo de
una masacre y la imposibilidad de la revolución, una infinita repeticion actualizada.
Stellar de Giancarlo Scaglia nos devuelve a esa bifurcación desde donde
celda, prisión y montaña de cadáveres acribillados ominosamente se fugan hacia
una trama sideral; donde el tiempo del relato y testimonio nos remite a un
tiempo usurpado por su retorno compulsivo; mitad demoniaco, mitad melancólico.
Desde la inevitable negación del tiempo que es la eternidad sub especie del espacio: las ruinas,
piedras, restos y calcas invertidas velan y revelan constelaciones que a manera
de augurio desfalcan y alteran los restos y polvo de una historia abdicada.
Aquello que ocurrió aquella aciaga madrugada del
19 de junio de 1986 en la isla penitenciaria El Frontón dejara estupefacto al porvenir. La
turbulencia de signo sacrificial del senderismo y el fracaso civil y
republicano. Tal vez otra modalidad a ultranza de las operaciones poéticas y
melancólicas de Scaglia sea hacer de la insurrección una resurrección hipotética
de un destierro astral, un eterno
retorno: los acontecimientos de El Frontón legitiman la réplica —otra
repetición— a la otra celda, en el Fuerte de Taureau, en el año de la Comuna. Innumerables
fantasmas superpueblan de copias y dobles otras estrellas y planetas, copias
que se desconocen entre si, dando lugar una regresión infinita, la monotonía imperturbable
de un retorno que hace de la historia un laberinto invisible e incesante, petrificado
en la ruina y el polvo, refractado en las estrellas.
El Frontón
Coordenadas 12° 7’ 0” S, 77° 10’ 54” W El Frontón Coordenadas 12° 7’ 0” S, 77°
10’ 54” W… Según
escribe Blanqui todas las encrucijadas del universo están colmadas por nuestros dobles. El “efecto”
Blanqui retorna en Stellar, este
efecto es a la vez un tumulto y un
reposo. “Esto que escribo en este momento en una celda del fuerte de Taureau,
lo he escrito y lo escribiré durante la eternidad, sobre una mesa, con una
pluma, con vestimentas, en circunstancias semejantes. Así cada uno”. Lo fantasmal del retorno es la mirada
abismada al paisaje / muro incrustado de balas, las líneas borradas de
consignas de la lucha armada, huesos, metal y el polvo sideral. La placa
negativa en el papel de un instante eterno, vertiginoso y sin salida —lugar y
tiempo que usurpan todo concepto de progreso, pero también ponen en órbita la
imagen en su dialéctica suspendida.
Stellar es un caso raro de rigorismo metódico de la multiplicación
infinita de la materia que nunca cambia. Nos asombra en su resplandor que
ilumina la fugacidad del retorno de aquella fantasmagoría de la revolución y la
historia que se desdobla en angustia mítica, desorbitada, en rotación perpetua.
Scaglia paradójicamente explora los enigmas de
la eternidad a través de los astros desde la inmovilidad hierática de los
rastros de una materialidad que se pliega en la inscripción y huella de la
violencia que al volverse negativo revela el mapa de las estrellas. Desdeñando
la ficción pueril de la novedad y el porvenir, para regresarnos a un espacio vacío
de tiempo y sentido. Una clepsidra que conjura una estética de la evanescencia;
nítida, ominosa y cifrada en las pieza de arte como el índice de una
fantasmagoría a cielo abierto.