Micromuseo - Bitácora

sábado, 2 de julio de 2011

EL CRISTO (Y EL INKA) DE LA DISCORDIA III: EL PERÚ ARRASADO POR SUS AUTORIDADES. Alcalde del Cusco imita al Presidente y desfigura la Plaza Mayor


Continúa imparable el arrasamiento edil –o ejecutivo– de todo lo que en nuestro país queda de bello o natural o digno. A la vergüenza cósmica del monumento fariseo al llamado Cristo de la Discordia –erigido por orden del Presidente con las baratas fibras de vidrio que caracterizan a la estética "Las Vegas" de los casinos locales– se le suma ahora un monigote ridículo (¿de bronce?) que desfigura la histórica Plaza Mayor del Cusco con la pretendida semblanza de un Inka (pobres Inkas). Los argumentos con que el alcalde Luis Florez justifica este despropósito ponen de manifiesto su ignorancia abismal de cualquier noción de arte, de historia, de cultura, de urbanismo. De ciudad y de ciudadanía: el burgomaestre se niega incluso a entregar cuentas e informes técnicos, ubicándose en una actitud probablemente delictiva.

Por cierto, la Dirección Regional de Cultura (DRC) ha exigido ya a la Municipalidad del Cusco que retire el esperpento. Pero ese acto elemental de justicia y sentido común se ve socavado de antemano por la desdichada defensa que el Ministro de Cultura, Juan Ossio, hizo de la ya citada violentación del Morro Solar.

Esas declaraciones últimas constituyen uno de los documentos más trágicos, más tristes, de la historia intelectual del país. Al respecto reproduzco a continuación la carta abierta al Ministro de Cultura circulada hace pocos días por Víctor Vich. No comparto necesariamente el calificativo final sobre el Presidente, pero en todo lo sustancial su argumentación es impecable.

CARTA ABIERTA AL MINISTRO DE CULTURA

Víctor Vich

Quizá en un país como el Perú nada hubiera podido impedir que Alan García instalara ese Cristo en el Morro Solar. La falta de instituciones (y de unos medios de comunicación que nunca ayudan a redefinir la política) da pie a que ella siga entendiéndose como la necesidad de hacer “grandes obras” y nunca como la urgencia por construir aparatos institucionales sólidos y descentralizados que impidan el paso de la autoridad al autoritarismo. La falta de instituciones en el país promueve que un Presidente, cual Rey, pueda hacer lo que quiera, como quiera y donde quiera.

Pero en esta historia del Cristo en el Morro Solar, sí hay un responsable adicional y es necesario decirlo aunque ello me cueste el saludo y la amistad universitaria. Me refiero al Ministro de Cultura Juan Ossio. Me explico mejor: si ha existido alguna autoridad que pudo haber contribuido a frenar tal barbaridad, esa debió haber sido el Ministro de Cultura, quien debió mostrar su disenso y no defender lo indefendible. ¿Por qué no lo hizo? La respuesta no es difícil: porque en el Perú hasta los sectores más ilustrados siguen entendiendo la política como una “prebenda” y como un conjunto de favores que hay que agradecer; porque en el Perú la política sigue siendo una suma de complicidades con el “amo tutelar” a quien nunca hay que cuestionar y al que hay que apañar en todos su engreimientos.

El Ministro Ossio debió discrepar de tal atentado contra la ciudad y liderar la oposición contra ese monumento vergonzoso que es una ofensa múltiple a nuestra propia tradición religiosa, al espacio público, a todos los artistas del país y a las propias políticas culturales que en este momento muchos colectivos, intelectuales y activistas están intentado ejecutar en el Perú. El Ministro Ossio debió renunciar a su cargo y hacer entrar en razón al presidente, o enfrentarse a él. Quizá, si él renunciaba, hubiera existido una pequeña crisis de gabinete y algo se hubiera podido negociar. El propio Ministro hubiera podido liderar la oposición con todo el sector cultural y ello hubiera contribuido a su mayor cohesión. No conozco a nadie del sector cultural que se encuentre a favor de ese monumento atroz e indefendible. No hay que ser ningún radical para afirmar que se trata de una obra absolutamente demencial.

Pero lo que más llama la atención de toda esta historia es que el Ministro Juan Ossio sea un antropólogo de profesión, es decir, una persona que apuesta por las particularidades locales y que las defiende y las fomenta. La antropología, hasta donde yo sé, hace todo lo contrario a promover la imitación burda de otras culturas y ha sido justamente esa disciplina la que ha descubierto que ese tipo de prácticas son siempre un gesto autoritario de poder.

Da mucha pena que el Ministerio de Cultura termine así su primer periodo de funcionamiento. Hoy sabemos que la aprobación de tal monumento sólo duró un día en Ministerio de Cultura. Es muy triste haber descubierto eso. O quizá haya que decirlo mucho más académicamente: en lugar de convertir a la cultura en un agente que contribuya a la construcción de una mayor ciudadanía garantizando, sobre todo, el derecho de las minorías, lo que hoy tenemos son las muertes de Bagua, Islay, la crisis actual con la comunidad Aymara y los decretos que fomentan la impunidad en la gestión pública; en lugar de utilizar la cultura para introducir nuevas representaciones que cuestionen a los poderes existentes, lo que tenemos es un ministerio que se somete al poder y que avala la imposición de una copia. Mucho más aún: en lugar de fomentar a la cultura como la instancia más crítica de una sociedad (al estilo de la crónica de Guamán Poma), lo que hoy se nos entrega es su conversión en una institución servil a un presidente loco. Tristísimo. O patético, por decir lo menos.



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viernes, 17 de junio de 2011

EL CRISTO DE LA DISCORDIA II: Nuevo manifiesto contra la violentación del Morro Solar de Lima


El presidente del Perú, Alan García Pérez, agota los últimos días en el gobierno imponiéndole arbitrariamente a la ciudad sus delirios monumentales: una trillada escultura de proporciones y efectos megalómanos (treinta y siete [37] metros de altura, veinte [20] juegos de luces), que ya el ingenio popular ha empezado a denominar el Cristo de la Discordia. Pero crecen las expresiones razonadas contra esa política de hechos consumados que violenta la historia y la naturaleza del Morro Solar en el distrito limeño de Chorrillos. Reproduzco a continuación otro de los manifiestos que sobre el tema circulan en la red:


CONTRA LA VIOLENTACIÓN

DEL HISTÓRICO MORRO SOLAR

Sin que medie consulta técnica alguna ni concurso público, el presidente Alan García ha ordenado imponer en el Morro Solar de Chorrillos, Lima, un Cristo gigantesco que remeda al del Corcovado en Río de Janeiro. Ante este acto ilegal que violenta uno de los espacios más emblemáticos del paisaje urbano y natural de Lima, manifestamos lo siguiente:

a) Los gobernantes no son dueños del espacio público y no pueden hacer con él lo que les da la gana. Los gobernantes deben generar una mayor participación ciudadana en la toma de decisiones y deben ser los principales articuladores en la búsqueda de consensos políticos. Desde su Título Preliminar, el Código del Medio Ambiente y los Recursos Naturales que rige como ley mandatoria en todo el país, se establece el derecho inalienable de los ciudadanos “a la preservación del paisaje y la naturaleza”, precisándose además que “todos tienen el deber de conservar dicho ambiente”. Las autoridades tienen que ser las primeras en cumplir la ley sometiendo a consulta técnica y a concurso público cualquier intervención en el espacio de todos. La ciudad es de la ciudadanía, no de los gobernantes de turno.

b) Desde los tiempos prehispánicos y coloniales, el Perú es un país rico en simbologías religiosas que han respetado su contexto integrándose al paisaje con sensibilidad y mesura, como es el caso de tantas huacas y las llamadas cruces-de-camino. El despropósito de García es un acto de desprecio a esa tradición propia, reemplazándola por grandilocuencias retóricas que empobrecen no sólo a la ciudad sino además a la espiritualidad genuina. Es el propio sentimiento religioso el que se ve agraviado por esta manipulación grotesca.

c) Las imágenes que hasta ahora se han difundido de esta infeliz iniciativa ponen en evidencia su extrema pobreza artística, agravada por la megalomanía implícita en sus dimensiones extravagantes. Esto atenta contra todo sentido actual y democrático de lo que deben ser las intervenciones urbanas, particularmente en zonas tan cargadas de valores históricos y naturales como el morro que define a la gran bahía de la ciudad, sobre el que además se libró una de las batallas decisivas de la Guerra del Pacífico.

d) No podemos continuar construyendo nuestra modernidad sobre la base de imitaciones y copias. Las distintas ciudades del mundo son atractivas por sus particularidades locales y una capital como Lima (y un país tan pleno como el Perú) no debe perder su identidad improvisando versiones degradadas de monumentos de otros contextos.

e) En el Perú existen importantes artistas y colectivos culturales de primer orden que casi nunca son convocados por las autoridades existentes para enriquecer el espacio público con la potencia de sus símbolos. La ausencia de políticas culturales ha generado una perversa inercia en las autoridades que se han acostumbrado a trabajar al margen del sector artístico, favoreciendo intereses particulares para dudosos emprendimientos monumentales. Una escultura como la que se pretende imponer hoy en la ciudad ofende a nuestro trabajo y a nuestra creatividad.

f) La imposición en la ciudad de esta imagen trasnochada de Cristo responde a una tradición autoritaria. Rechazamos tajantemente tales hechos y aspiramos a que los nuevos gobernantes corrijan tales actitudes, comenzando a construir una verdadera cultura cívica en el país.

Lima, junio de 2011

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