CULTURA / NATURA: COMENTARIO A NUEVOS COMENTARIOS SOBRE EL PROYECTO DEL MUSEO DE ARTE CONTEMPORÁNEO EN BARRANCO
(El Museo de Arte Contemporáneo de Barranco durante su construcción primera. Luego se concluirían algunas estructuras, sin llegar a terminarse el edificio. También se creó un espejo de agua para satisfacer las demandas de los vecinos que añoraban la antigua laguna antes identificada con el parque. Fotografía: Gary Leggett).
Nuestro post anterior sobre el Día de la Tierra y la circulación del número 14 de Itinerarios, el boletín de Micromuseo, ha motivado numerosas comunicaciones, muchas de ellas privadas. Y aunque en esas publicaciones nuestras no hay alusiones directas al Museo de Arte Contemporáneo de Barranco, la mayoría de esos mensajes nos solicita posición y opinión sobre el estado aparentemente interrumpido de las construcciones asociadas a ese proyecto. Y el efecto de todo ello en el antiguo parque de La Laguna, con su consiguiente correlato en las complejas relaciones entre el MAC y aquellos vecinos (no todos) que se sienten despojados de sus escasas áreas verdes.
Como representativo de esas inquietudes he publicado el comentario a nuestro post remitido por Julio Gómez directamente a nuestra bitácora, procurando darle inmediata respuesta en ese mismo lugar (ir al final del post: "En el Día de la Tierra"). Se me ha hecho notar, sin embargo, que el espacio allí disponible no permite abordar la inquietud específicamente ecológica de Gómez (y varios otros), por lo que quisiera ahora agregar las precisiones necesarias.
No conocemos los planes y programas futuros del MAC (sobre todo en lo que a la edificación se refiere), pero en los últimos meses sus esfuerzos parecen haberse concentrado en actividades educativas y de otro tipo concebidas para mejorar el vínculo con el entorno social más inmediato. Sin duda apoyamos cualquier iniciativa feliz en tal sentido, pero con el temor de que esa actitud necesaria sea también insuficiente: las relaciones a ser reparadas van más allá del entorno distrital y comprometen a la Tierra misma.
Los nuestros son tiempos terribles donde la condición viva del planeta se ve tan gravemente amenazada que no hay agenda política atendible que pueda desatender esta urgencia: hace apenas unas horas se anunció un nuevo desprendimiento de hielos en la Antartida que la empequeñece en un área equivalente a la de Nueva York (ciudad que bien podría desaparecer bajo las aguas de no revertirse esta tendencia). Sospecho que la pandemia desatada de gripe porcina tampoco es ajena a estos temas.
En tal contexto –o finalmente en cualquier otro– ha sido un descuido grave permitir que en la construcción del MAC cultura se oponga a natura, al menos para ciertos imaginarios. Un pecado de origen que la institución arrastra como un karma. Así, creo, lo entiende ahora la renovada directiva del Museo, y hace ya un buen tiempo tuvimos oportunidad de sugerir a algunos de sus funcionarios que esa voluntad distinta se manifieste mediante la adquisición de predios baldíos o degradados y sin interés histórico, para su transformación en zonas de recuperación ecológica: no habría gesto más culturalmente renovador y contemporáneo en nuestra megalópolis metastásica. Devolverle a la ciudad algo de su equilibrio natural hace tanto tiempo perdido.
Esta idea fue a su manera asumida y reformulada por el MAC para su puesta en una mesa de negociaciones municipales que no parecen haber prosperado. Otra vez, ignoramos los detalles y sólo nos queda alentar que ese ánimo no decaiga. Entre las varias definiciones que suponemos el MAC viene preparando –de curaduría, de colección, de investigación, de proyecto crítico– la recuperación del vínculo con la Tierra es esencial. Hoy, más que nunca, la ideología es indesligable de la ecología. Cultura es natura.
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