Micromuseo - Bitácora

sábado, 16 de julio de 2011

"EJÉRCITO ROSA" EN EL PROGRAMA "MESA DE NOCHE" DEL CANAL N



Sigue siendo impresionante la concurrencia masiva de visitantes a la actual exposición de Micromuseo, Ejército rosa: la feminización de lo marcial (1992-2011). A ese interés popular se le vienen sumando comentarios y reportajes diversos en la prensa. Cuelgo en la apertura de este post el reportaje transmitido la semana pesada en el programa Mesa de Noche del canal Plus TV de la televisión peruana.

La muestra continúa hasta el 31 de diciembre en la Sala Luis Miró Quesada Garland de la municipalidad del distrito limeño de Miraflores, en la esquina de la avenida Larco y la calle Diez Canseco. El horario de atención es de las 11 a las 21 horas, todos los días salvo los lunes. Mañana domingo 16, sin embargo, la galería estará cerrada por razones excepcionales.

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jueves, 14 de julio de 2011

"EJÉRCITO ROSA" BATE TODOS LOS RECORDS DE CONCURRENCIA EN LA SALA LUIS MIRÓ QUESADA GARLAND. Hoy jueves 14, visita guiada con Buntinx, Coca y Tokeshi


Video con imágenes de algunas de las obras expuestas en Ejército rosa, preparado por la Sala LMQG

Con la exposición Ejército rosa: la feminización de lo marcial, Micromuseo ha logrado batir todos los récords de número de visitantes registrados durante las varias décadas de existencia de la Sala Luis Miró Quesada Garland de la Municipalidad de Miraflores. En apenas cuatro días de apertura al público (los lunes la galería cierra por mantenimiento) son ya seis mil setecientos sesenta y cuatro (6,764) las personas que han sucumbido al magnetismo de sus irradiaciones fucsias. El solo sábado 9 de julio fueron dos mil doscientos noventa y cuatro (2294) los concurrentes que pugnaron por someterse a esos fulgores, generando incluso algunos problemas de control de multitudes.

Esas cifras se tornan aún más alentadoras si se considera la complejidad de las propuestas que se articulan bajo la pulsión retiniana de las provocadoras obras allí reunidas. Imágenes perturbadoras que condensan arte, sexo, política, violencia, exigiendo lecturas que van desde la estética hasta la historia, pasando por el sicoanálisis y la antropología.

Un festín para los sentidos. Y para el sentido mismo.

Para ponderarlo, en la noche de hoy, jueves 14 de julio, a las 19:30 horas, se ofrecerá una segunda visita guiada abierta a todo público. Participarán en ella el curador (Gustavo Buntinx) con dos de los artífices expuestos: Claudia Coca y Eduardo Tokeshi.

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miércoles, 6 de julio de 2011

EJÉRCITO ROSA: LA FEMINIZACIÓN DE LO MARCIAL. Hoy jueves 7 de julio se inaugura exposición de Micromuseo en la Sala Luis Miró Quesada Garland



Este jueves 7 de julio, a las 7:30 de la noche, Micromuseo ("al fondo hay sitio")inaugura en la Sala Luis Miró Quesada Garland de la Municipalidad de Miraflores una exposición de altos rigores y provocaciones. Bajo el nombre de Ejército rosa: la feminización de lo marcial, la curaduría de Gustavo Buntinx ensaya una mirada oblicua a nuestra más reciente historia plástica. Y política.

"A la guerra interna durante la República de Weimar Peruana (1980-1992)", argumenta el ensayo que sustenta la muestra, "le sucedió una dictadura que hasta el 2000 pretendió imponernos sus políticas fascistoides de la marcialización y del simulacro. Una paralizante condición de época que intenta prolongarse hasta nuestros días, pero desde el primer momento enfrentada por la escena artística en sus franjas más críticas. Que son a veces las más paródicas: la feminización de lo marcial ha sido una de sus principales estrategias refractarias a la militarización de los sentidos y del sentido común. La revelación y liberación oblicua de las tensiones sexuales atrapadas en la regimentación castrense".

Esta muestra explora cierta línea rosa de resistencia artística a todo ello. Una educación cívica distinta, tal como se desarrolla a partir de 1992, el propio año del golpe de estado, desde algunas de sus expresiones más agudas.

Es interesante la frecuencia con que resultan ser mujeres (pero no siempre) quienes con mayor fricción entonan esos cantos paralelos. Fricción y drama y gracia y perturbada ambivalencia. Sexual, racial, política. Mediante estrategias sesgadas, como la sensualización del uniforme o la cópula utópica de los vehículos motorizados de la guerra, incluso el empoderamiento fálico de la mujer, est@s artífices logran un comentario cifrado a las identidades cambiantes y los vaivenes inciertos de violencias que entre nosotros se desatan sin derrotero previsible.

La feminización de lo marcial se constituye de ese modo en un recurso privilegiado. Casi un signo de los tiempos. Así procura comprenderlo esta exposición, reuniendo obras de una docena de los protagonistas más agudos y reconocidos de nuestra escena: Patricia Bueno, Patricia Camet, Claudia Coca, Natalia Iguíñiz, Luz Letts, José Antonio ("Cuco") Morales, Cecilia Noriega-Bozovich, Eduardo Tokeshi, Susana Torres Márquez, Paul Vallejos, Alice Wagner, Moico Yaker. También Giuseppe Campuzano, quien presenta una nueva intervención de su Museo Travesti del Perú, concebida especialmente para esta ocasión.

El resultado es impresionante. Por el goce sensorial, incluso lúdico, de su notable despliegue de técnicas y talentos, sin duda. Pero también por su alto nivel de criticidad, por la complejidad de su inteligencia. Visual y política y erótica y artística (¿cuál es la diferencia?).

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viernes, 27 de mayo de 2011

HOY CULMINA LA EXPOSICIÓN DE CECILIA NORIEGA-BOZOVICH




Hoy, viernes 27 de mayo de 2011, culmina en la Galería Vértice de Lima la exposición Casa / País: Inquilina / Ciudadana, de Cecilia Noriega-Bozovich. Un proyecto en el que me inscribo no como curador sino como interlocutor: un observador a la distancia pero en continuo diálogo. Con la artífice y con sus obras, tan sintomáticas del arduo momento transicional en el que nos encontramos: de una década de rutilancias comprobadas a otra de probables oscuridades.

A continuación el texto resultante de aquellas conversaciones, publicado en el catálogo de la muestra.

CUÁN VERDE ERA MI VALLE

(Meditaciones sobre un ladrillo,
una mampara y una baldosa)

Las palabras "lujuria" y "lujo" comparten una misma raíz latina.
Luxus, dicen, habría primero aludido
a los brotes torcidos en el tronco de algunas plantas.
Luego el término se aplicó al exceso de aquellas presencias desviadas.
Y por último a toda desmesura en el refinamiento.
Ese “lujo”, esa “demasía en el adorno, en la pompa y en el regalo”,
como pulcramente nos instruye la docta Real Academia Española.
Una deformación que se transforma en estilo.
Como el barroco,
nombre originalmente acuñado para ciertas perlas preciosas por imperfectas.

Pero luxus significa también “dislocado”,
en asociación probable con el verbo luctari, o “luchar”.
Alianza y lucha de sentidos cifrados en el hechizo de las palabras.
Otra histeria: una palabra atrapada en el cuerpo.

También en el cuerpo deseante del arte.
Este arte, esta artífice
–Cecilia Noriega Bozovich–
reconstruyendo una casa imaginaria
para el hogar fácticamente acribillado.

El hogar personal.
Pero de igual manera el no menos propio, no menos doloroso,
de la comunidad inimaginada.
La nación inexistente.
La patria, la matria.
Por regenerar.


–II–

Se apaga en el Perú una década de rutilancias.
De dispendios impresionantes en algunos sectores.
También de ilusiones grandes,
desbordadas por la corrupción de los sentidos, del sentido mismo.
El blanco prístino que entre nosotros trastoca sus connotaciones impolutas
por las de la corrupción narcotizante que todo lo penetra y envilece.
Empezando por su propia materia prima. De la coca a la cocaína.
De la hoja sagrada al clorhidrato estupefaciente.

El lumpencapitalismo
que perversamente se articula desde la estructura misma del goce.
Y de las culturas originarias.
La liberación hedónica y la ritualidad andina,
trastornadas en instrumentos de opresiones nuevas.

La contaminación generalizada de los poderes públicos.
La desmoralización de la clase política.
La instrumentalización de pueblos que devienen mesnadas.
Los cadáveres esporádicos entre los desperdicios del otrora río Rímac.
De tantos ríos otros.
La profanación de la tierra.

Cuán verde era mi valle:
siempre será fantaseable la sacralidad nativa
ya exaltada desde el arte por las ofrendas amorosas de Carmen Reátegui.
O por el amoroso pespunteo vegetal
con que Marta Arroyave cose un manto cocario,
una pampa, a su preciso decir.

Pero esas imágenes icónicas de hace apenas un lustro
encuentran ahora un correlato demasiado actual
en las transparencias turbias de los polímeros
con que Noriega Bozovich atrapa hojas de coca y casquillos de balas
para hacer de ellos un ladrillo, una baldosa, una mampara.

Un ara:
esa “losa o piedra consagrada, que suele contener reliquias de algún santo”,
concebida para la celebración de la eucaristía (RAE).
Una “primera piedra” para la construcción de una iglesia.

Una ecclesia:
no un edificio sino una comunidad,
postulada aquí desde la paradoja de esta belleza constructiva
obtenida con los signos de su destrucción.
El metal quemado, el vegetal marchito,
pero enaltecidos ambos por los acrílicos
que los aprisionan y al mismo tiempo los exaltan.

Como en el ámbar,
la resina de árboles fósiles donde se transparentan insectos
o plantas capturadas en tiempos prehistóricos.
Vidas detenidas que ahora devienen
joyas excéntricas por su cárcel tornasolada.

Hay una analogía sugerente
entre esa mineralización de lo orgánico
y el lujo que Noriega Bozovich erige desde la degradación de lo sagrado.
Una sacralidad que sin embargo persiste como latencia:
atención a las connotaciones áureas
de las hojas doradas por el envejecimiento.
Y a las energías retenidas en esas prisiones:
es desde la palabra griega para el ámbar
que por primera vez se nombra la electricidad.

Atención también a la inquietante extrañeza de la materialidad así contenida.
Así reprimida:
aquello que nos es tan familiar y propio pero se desconoce y se niega
vuelve para desestabilizarnos con un reconocimiento desplazado.
Y siniestro. Unheimlich.


–III–

“No existe documento de civilización
que no sea al mismo tiempo un documento de barbarie”,
escribe Walter Benjamin.
Y suscriben estas obras desde el efecto de perturbación
logrado por su agresiva ostentación de belleza,
por su lujo dislocado.
Que es el de una guerra ignorada
sobre cuyos frutos se erige la prosperidad falaz de nuestros tiempos.

Esa violencia es el ámbar, el magma que nos congela y nos reluce.

¿Soy ciudadana o soy inquilina de este país nuestro?,
se pregunta Cecilia ante la noche que sobre nosotros asoma.
Tal vez apenas materia orgánica
atrapada en los desbordes petrificados de sus resinas.
Históricas.



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viernes, 29 de junio de 2007

CHOLO PINK, CHOLO POP, CHOLO POWER


(Texto publicado en el catálogo de GLOBO POP, la exposición de Claudia Coca a inaugurarse el 27 de junio de 2007 en la galería Vertice, Lima)

(Fragmentos)

Gustavo Buntinx


Pocas cosas unen más a ciertos peruanos que el inquieto deseo de no ser –no parecer– peruanos (si es que la peruanidad existe). Así al menos lo suelen sugerir reiteradas encuestas donde tras las retóricas exaltadas de la identidad nacional asoma el vislumbre de un abismo, que es también una herida. Y una paradoja: comunidades nuevas de sentido, de sentimiento, parecieran articularse en el propio gesto que las deshace. Como una modernidad alterna que canibaliza (re)creativamente los modernismos patéticos de nuestras fallidas modernizaciones provincianas.

Una modernidad subalterna, insubordinada en su metabolización subvertida de íconos y códigos. Como en la carátula de aquel clásico “disco de oro y platino”, publicado en 1985, donde el chichero grupo Maravilla asume como lema y emblema el nombre mestizo de Sarita Colonia (ese rostro místico de la migración andina en la capital), sin por ello dejar de exhibirse con atuendos inspirados en la pobre serie televisiva de Wonder Woman. Los “pitucos de la cumbia peruana” se ofrecen de ese modo como producto “de exportación” para un mercado trasnacional donde lo masivo y vulgar se constituye en la lingua franca de nuestros globalizados tiempos.

"Globo pop" puede así ser el nombre comercial de una barata golosina trasnacional y al mismo tiempo el título artístico de una exposición a su manera altermundista, donde los signos exteriores de diferencia étnica friccionan la rutilancia festiva de formas y colores cosmopolitas. No se trata de una modulación exquisita en el registro sensible de la elegancia, como con algún éxito procuró Reynaldo Luza hace más de medio siglo al introducir el fucsia serrano como CHOLO PINK para el repertorio cromático de la moda europea. La propuesta aquí se relaciona más bien con las despreciadas estrategias populares de la apropiación y de lo inapropiado. Una relación lúdica con la alienación que hace de la alienación misma un discurso –un recurso– de identidad. De identidades en dramática fuga y en regeneración gozosa mediante entrecruzamientos tan desopilantes como incisivos.

El calentamiento global y la estulticia glorificada de Paris Hilton, por ejemplo (hasta el nombre es significativo). O el sueño libertario de Martin Luther King y el (sub)americano de una Green Card pícaramente exhibida por la protagonista de "I Dream of Jeannie", esa ridícula fantasía orientalizante de sumisiones exóticas (con un marido gringo y militar).

El resultado es no sólo una imagen sino sobre todo un estilo culminante para los continuos deambulajes de la expositora en el “laberinto de la choledad” (Guillermo Nugent). Un lenguaje que asimila y transforma los históricos logros del pop achorado para sugerir la posibilidad subversiva de una pulcritud extrema en la insolencia de sus expresiones abiertamente “raciales”.

Un CHOLO POP tanto más incisivo por corporeizarse además en la semblanza vistosamente andina de una pintora denominada Coca, eróticamente travestida –ella también– como Sarita Colonia, como Mujer Maravilla, como Mi Bella Genio. O como una llorosa geisha de manga, con su blanca máscara de polvo de arroz corrida para revelar la incitante oscuridad de la piel de la artífice.

El sexual cruce pictórico que para ella culmina en su carne mestiza fusionada con la del hijo recién nacido, en lo que se anuncia (escribo apurado ante el cuadro aún inconcluso) como un derroche de rutilantes marrones tiernos ("brown is beautiful"). Sin duda hay en estas telas una clave personal e intransferible, que por ello mismo no podrá ser aquí revelada. Pero sobre todas ellas pende la conocida máxima de Mirko Lauer (desconocida por la artífice) que distingue la mera modernización tecnológica de una modernidad que se reivindica como la reproducción de la diferencia.

Una (post)modernidad propia y nueva, tan transgresora de los modelos internacionales como de la convención local. Transgresora incluso de cierta noción de vanguardia establecida desde modelos cosmopolitas y aquí subvertida desde la experiencia más inmediata de lo popular. CHOLO POWER.















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